martes, 26 de octubre de 2010

Nostalgia y saudade


                                              Antonio durante el rodaje del documental.
Es tiempo de 'saudades', algo bien conocido por nuestros vecinos lusitanos. Pero a veces ese sentimiento traspasa la frontera y nos asalta a algunos nostálgicos españolitos. Es inevitable. Aunque esta saudade no sólo son recuerdos y tristeza, también son las ganas y la esperanza de conseguir eso que se ansía desde hace tiempo. Hace un año por estas fechas que me adentré en una aventura inolvidable: conocer nuestra frontera de cabo a rabo. También hace más de un año del rodaje de MaeCarmelín. Ahora recuerdo los momentos vividos con el equipo que me acompañó en los dos rodajes, y también me acuerdo de los personajes que nos acogieron haciendo de anfitriones de sus aldeas, de su frontera, de su Raya. Esta bonita añoranza es la que hace que en estos momentos se me despierte la saudade rayana, ese instinto portugués que por sangre nos llega a algunos; y que me plantee un futuro en tierras lusas. Es mi ilusión desde hace tiempo y cada vez lo veo más cerca. Aunque es sólo esperanza, esa saudade que te hace sentir parte de un lugar.
Por otro lado, desde nuestro rinconcito, recordar a Antonio. Él hizo posible que MaeCarmelin no sea un simple documental. Cada frame en el que aparece, es una imagen cargada de información, de saber, de toda una vida. Lo único que me queda claro de todos estos últimos meses, es que nuestro trabajo siempre merece la pena, y siempre va a tener ese fin del 'recuerdo'. Nosotros, siempre te recordaremos Antonio.
Muito obrigado amigos.

miércoles, 20 de octubre de 2010

CARICATURAS DE FELLINI

"Non voglio dimostrare niente, soltanto voglio mostrare..."


Durante mi último viaje a Bolonia, sentí las sensaciones de nostalgias tan propias del carácter italiano. Recorrí con Esther todos los rincones que frecuentaba durante mi estancia en esta ciudad. Me sentí como Fellini durante el rodaje de Amarcord, repleta de recuerdos atávicos, una indolencia entre el realismo mágico y la cruda realidad del país trasalpino. Me sentí como Fellini, donde en cada rincón se reflejaba la sonrisa perenne de mi Gelsomina, y yo una especie de Zampagnó con muecas de Anthony Quinn. Un delirio por las stradas de mis cafeterías, trattorias, mis ricones. Una búsqueda de identidad creativa al más puro estilo Guido Anselmo. Campari soda en mis manos hago guiños a lo Mastroianni, traje negro y gafas anti Paparazzo, ese personaje de la Dolce vita que tanto daño sigue haciendo todavía. De la osteria dell 15 al bar de Maurizio, y así hasta sentirnos como “Vitelloni”, ¡Si Sordi leyese esto! Pocos días para recordar el olor de la focaccia, las borracheras de los viernes tardes, las noches de grappa y bucatini alla amatriciana del Aroma di Roma, un rincón con la esencia de la capital italiana, la misma que nos mostró Fellini en el Satyricon, y en Roma, y me disculpen la señora Francesca y el señor Michelle, pero el vino del lazio es bastante mediocre, me quedo con su ternura de padres adoptados. De momento y a la espera de recupar las 8 y media de nuestros antiguos relojes, sólo los clowns continúan rodando por las calles boloñesas, sin salsa de ragú, sólo con las caricaturas de sus sueños, las mismas que dibujaba el director italiano a modo de storyboard antes de cada película. Y de fondo el soniquete de Nino Rota…