lunes, 31 de enero de 2011

YA NO ME HUELE A AMBIENTADOR DE CINE

"Manhattan" película de Woddy Allen (1979)

Cada mes recibimos noticias luctuosas relacionadas con el mundo del cine en Extremadura. Las salas echan el cierre por la escasa o nula rentabilidad que el mundo cinematográfico concede a los empresarios. De manera atávica las actividades relacionadas con el arte no tienen repercusión mercantilista. Además el target al que van dirigidos estos eventos está muy caracterizado. Absorbe un rango de edad amplio pero falto de efectivos que hagan de la recaudación un medio para alimentar al estrato cultural. Siempre ha sido así y ante eso debemos de plantearnos nuevas vías de explotación, distribución, repercusión y no se nos olvide lo más importante, de nuevas fórmulas para su creación. Vivir del cine cuesta, vivir de las imágenes que una película proyecta sobre una pantalla neutra en un espacio con butacas, aún más. Mi teoría defenestrada de la muerte del cine como espacio físico para disfrute del cine, cada vez y de manera desgraciada, cobra más fuerza.
El museo de Chillidaleku cerrará sus puertas por falta de ingresos, ayudas y quizá público que aporte dinero. Aunque los herederos del artista seguramente no coman mendrugos de pan y vino rancio. En el caso de las salas de cine extremeñas, las extintas Cine Conquistadores de Badajoz, o los multicines la Dehesa de Cáceres entre otros, no tienen herederos, no poseen un material tangible que vender para salir adelante. Para llevar a cabo un proyecto cinematográfico se necesitan ayudas y apoyo extra institucional para realizar un corto-largometraje o documental, y sin duda algo de repercusión social para entender que no todo es Amenábar o Almodóvar. De momento nos podemos conformar con ver cine y de gran calidad, en los cineclub (Excelente programación la de este año en Badajoz, con películas como “Las vidas posibles de Mr. Nobody, “Exit through the gift shop” o “Mi refugio”)  o la que ha preparado la Filmoteca de Extremadura con una retrospectiva de Woody Allen. Algo es algo, siempre nos quedará un rincón donde sentir la magia de la luz, con o sin tabaco, con o sin palomitas, con o sin olor a ambientador, con o sin amiga/o al que “preguntar lo que es un fallo de raccord”.       

Exit Through the Gift Shop. Pseudo documental dirigida por Banksy (2010) 

miércoles, 26 de enero de 2011

DESTRA O SINISTRA



Film "Il divo" de Paolo Sorrentino. Vida de Giulio Andreotti, paradigma de la política italiana.
El novelista André Filberteau, cada vez que finalizaba una de sus obras, comentaba a su editor, tras duras disputas en el café Bronté de París, que sus historias eran pura absenta. Mucho alcohol para poder imaginarse las historias y mucho de inflamable para poder dar fuego a la mierda de novela que había escrito. Su editor cada fin de mes, le siguió regalando una botella de esta bebida. André murió quemado. Por dentro, destilado en su propia inventiva, y por fuera, un cigarro mal apagado con algo de esencia de trementina. Ese es el principal riesgo que corren los cuentacuentos inventados: creerse escritores. Por desgracia los políticos tienen la misma querencia. Salvo que ellos queman al resto de los mundanos con diatribas en forma de embriagador cuento. Aquí en Extremadura, la cosa escuece. Existen alcaldes, concejales, opositores pusilánimes y protagonistas del entertainment político que sí entran en las casas para pedir el voto durante todas las estaciones del año, hay profesionales que quieren conocer los problemas del día a día de los ciudadanos e incluso están los que llegan a perder la vida en alguna asamblea electoral o perder las elecciones en una asamblea de infundados relatos demagogos. Giorgio Gaber, decía en una de sus canciones, que darse un baño, fumar Marlboro y encontrarse el water siempre al fondo es cosa de derechas y que darse una ducha, fumar de contrabando y echar una meada en compañía es de izquierdas. Sinceramente institucionalizar cada acto en época de vacas flacas debería ser de todos, ser sincero con nuestra ideología, votar y aunque nos duela la moral, confiar en la democracia de los demás.
La historia de Filberteau es mucho más larga, quizás entre el pequeño resumen se me haya olvidado decir que su editor no sabía leer francés y que sólo le importan los números de páginas que André escribía. Quizás se me ha pasado comentar que André nunca escribió nada, que tenía un equipo de traductores de literatura sufí y taoísta que pasaban a limpio y al mundo occidental, los cuentos chinos. Algunos de esos cuentos, desgraciadamente, han llegado a modo de panfleto en los programas electorales de los que, por afiliación, van al baño o mean en compañía. Willy López