lunes, 13 de diciembre de 2010

EL SEÑOR BRONSON

Charles Bronson durante el rodaje de Fuga suicida (1975)



Charles Bronson, se llamaba realmente Charles Dennis Buchinski. Su origen tártaro se impuso en su carácter y en su forma de percibir el mundo que le rodeaba. Realmente no fue un gran actor. Imponía sus rasgos frente a la interpretación, extraída de su andadura laboral en las minas de carbón. Un curro que daba para mantener a sus 15 hermanos. Perpetuamente con el ceño fruncido, cómo si llevara siempre un sol de frente, cumplía con sus papeles de detectives policíacos, justicieros, pistoleros, vigilantes, boxeadores o "matones" de la mafia. Pero muy lejos de la realidad, su imagen ruda y distante era sólo un disfraz de la dureza lituana que llevaba en sus genes inmigrantes. Realizando el documental “Anónimos del cine”, uno de los protagonistas, el señor Tony Tarruella, que trabajó con él en algunas producciones ("Sol rojo" de Terence Young de 1971, "Chino" de John Sturges de 1974 o "Mr. Majestyk" de Richard Fleischer, un film rodado también en el 1974) sólo tenía elogios para Bronson: “Un caballero, un compañero amable y trabajador, durante las escenas de peligro no se dejaba doblar por especialistas, todo un profesional…”.


Y fue justamente durante el montaje del documental cuando descubrimos en unas de las fotos de producción, que en sus anverso estaba la dirección de Charles Bronson en Los Ángeles y el número de teléfono de Dino de Laurentis. Todo un hallazgo que curiosamente coincidía con el fallecimiento de éste último. Cómo muchos de los profesionales que trabajaron en esta época, y que he intentado rescatar del olvido, sufrieron alzheimer. Un cuerpo sin conciencia presente, que sólo se refugió en la pintura según el New York Times. Para nosotros descubrir que entre los ojos indios y las muescas de su cara existía un alma de sangre libertina, algo más sustancial que ser el protagonista de películas inolvidables como “Apache” de Robert Aldrich de 1954, “Yuma” de Samuel Fuller de 1957, “La gran evasión” de John Sturges de 1963, o la inmortal “Hasta que llegó su hora” de Sergio Leone de 1968.

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